La música es una de las manifestaciones más hermosas del arte. A pesar de ser abstracta en todas sus formas, tiene la característica de ser masiva y popular, ya que el sonido, tanto para el hombre antiguo como para el moderno, genera sensaciones asociada con lo intangible. Asegurar como nació la música puede resultar aventurado, pero sugiriendo las prioridades del hombre de la prehistoria, hace 50.000 años, hemos especulado sobre el primer músico, a antes que eso, el primer compás que dio forma a esta maravillosa expresión artística.
Por Rubén Reveco, licenciado en Artes Plásticas
A los 5 años chillaba como un cerdo condenado a muerte. Sus pulmones eran tan potentes que los que estaban cerca cambiaban repentinamente de humor y se alejaban refunfuñando. Con los golpes que le daba su madre no hacía más que acrecentar su insoportable espasmo gutural.
A los 10 años le llamaba la atención el canto de los pájaros. Mientras los adultos salían de caza, podía estar un buen tiempo mirando extasiado el trinar de las pequeñas y grandes aves. Había descubierto -después de mucho comparar -que el sonido que provocaban era diferente según su tamaño. Las pequeñas, agudo y continuo. Las grandes, grave y entrecortado.A los 15 años, formaba parte de un pequeño grupo que salía a diario de su caverna en busca de alguna presa. Cuando atravesaban algún bosque, golpeaban las palmas de sus manos y se divertían al ver como sorprendidas volaban las aves que estaban posadas en las ramas de los árboles. Algunos aprovechaban para tirarles piedras y esperar que en el desorden cayera alguna. Con el tiempo la técnica fue perfeccionándose. Lo importante era la sorpresa. De común acuerdo, al ruido de palmas le agregó fuertes gritos. Amplificados por el eco, era magnífico escuchar a lo lejos el estallido sonoro. De hecho, el estruendo era percibido por otro grupo de cazadores o por las mujeres que se habían quedado en las cavernas.
A los 20 años, la caza era de mucho mayor riesgo. La tribu debía enfrentar grandes peligros cuando intentaba dominar las presas elegidas. Los ciervos o venados pastaban en rebaños. Eran muy rápidos en el momento de escapar y muy peligrosos sus cuernos, si se veían acorralados. Lo mismo sucedía con los bisontes o búfalos, sólo que los peligros se multiplicaban por dos. A veces lograban acorralar algún animal. Toda la tribu lo enfrentaba y le tiraba con piedras. Sólo que una vez arrojadas no las podían recuperar. Muchas veces el animal, al verse acorralado, embestía contra el grupo. Algunos quedaban heridos y otros morían, más tarde.
A los 25 años ya había estado en innumerables oportunidades muy cerca de la muerte. Su cuerpo mostraba profundas cicatrices y su rostro envejecía rápidamente.
Fue en ese momento cuando se le ocurrió la idea; mientras perseguían desordenadamente un pequeño grupo de mamuts por un desfiladero. Tomó dos piedras y comenzó a golpearlas regularmente. Al rato, éstas se habían quebrado, pero el efecto había sido motivador. A esos golpes se sumaron ruido de palmas y voces. Y el grupo, al compás, avanzaba amenazador. Algo en la técnica de caza había cambiado. Ya no era un chivateo ruidoso sin origen ni destino alguno. Los animales habían entrado en pánico. Cambió las piedras por dos palos. Eran más resistentes, pero a la vez más pesados. El sonido era diferente al de las piedras, pero mantenía un primitivo ritmo que ayudaba a avanzar. “Toc, toctoc, toc, toctoc”
Habían descubierto el ritmo y con él podía asustar a los animales. No era música, propiamente tal, pero cumplía un gran servicio en el momento de cazar.
A los 30 años ya era el jefe de la tribu. Vivir hasta esa edad era algo extraordinario. Los aportes que había hecho eran muy importantes y eso le daba méritos suficientes para gobernar sobre el resto de la tribu. Había comprendido antes que los otros la importancia de una manifestación sonora y los resultados que podía generar, al menos cuando se trataba de llenar el estómago.
Que se sepa, fue el primer y único músico que por sus méritos llegó a presidir a un grupo de personas. ¡Si se puede!
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